domingo, 11 de marzo de 2012

Artículo de aplicación "Economía: la trampa de las estadísticas"

Uno de los principales conceptos que aprenden los estudiantes de economía de los primeros cursos es a distinguir entre la economía positiva y la economía normativa.
Simplificadamente, podría decirse que la primera se refiere a la economía de los hechos y la segunda, a “la economía de las opiniones”. Por ejemplo: si la producción de acero en la Argentina fue de 5,6 millones de toneladas en 2011, esto es un hecho. Ahora, si alguien afirma que la producción de acero en la Argentina debería ser mayor o menor, se trata de una opinión.
El problema es que no todas las variables de la economía pueden medirse tan fácilmente como la producción de acero, automóviles o cemento. Un caso es el de la inversión.
La participación de la inversión en el PBI argentino alcanzó el 24% el año pasado (ver página 2). Sin entrar en consideraciones acerca de si esto es mucho o poco (es mucho), se supone que se trata de un hecho, un dato.
Cuando se habla de inversión, lo primero que viene a la mente son fábricas, equipos industriales, maquinarias para el agro y todo lo que permita expandir la capacidad de producción de la economía. Esto también incluye la infraestructura de caminos, trenes, aviones.
Sin embargo, las cuentas nacionales (en la Argentina y en el resto del mundo) también computan a la inversión no reproductiva como parte de este rubro. La construcción de viviendas es el componente más importante de la inversión no reproductiva. La construcción de plantas industriales, puentes o caminos sí es, en cambio, reproductiva.
El peso de la construcción en la tasa de inversión en la Argentina es más alta de lo que podría pensarse: más de las dos terceras partes y la mayor parte de esta construcción es no reproductiva. Y también hay otros ítems que se consideran dentro de las estadísticas de inversión, como los equipos de aire acondicionado o los teléfonos celulares. Son bienes de consumo que por algún misterio aparecen clasificados en las estadísticas como bienes de inversión.
En cualquier caso, los problemas de medición son la pesadilla de los expertos en estadísticas económicas en todo el mundo. En Estados Unidos, un ensayo publicado recientemente por un respetado economista llama la atención sobre las distorsionesque sufren las estadísticas de productividad industrial (página 6).
Como resultado del crecimiento de las cadenas globales de producción, dice Michael Mandel, el autor del artículo, si la empresa estadounidense X ahorra 250.000 dólares cambiando a un proveedor japonés por un proveedor chino más barato, el cambio aparece en las estadísticas como un aumento de la productividad de la empresa. Lo mismo, agrega, que si ese ahorro se hubiera realizado en la planta de la empresa X en Chicago.
“Los obreros estadounidenses tienen poco que ver con las ganancias de productividad que se les atribuyen”, escribe Mandel. Son las estadísticas las que sufren el “sesgo de los precios de importación”.
Mandel advierte contra el peligro de interpretar estas estadísticas como un hecho cierto cuando los políticos y los economistas hacen recomendaciones (la esfera de la economía normativa).
Algo similar podría decirse para la Argentina. Convendría examinar las estadísticas con mucho cuidado antes de formular políticas. Un caso dramático y reciente es el de la inversión en transporte ferroviario . Si se cree que la inversión en ese rubro es adecuada porque así lo dicen las cifras, sería aconsejable repasarlas para constatar que no padecen de algún “sesgo”.
Por algo se dice que hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.

Fuente:  Artículo del diario Clarín - Suplemento IECO del día domingo 4 de marzo de 2012 - Editor Pablo Maas

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