jueves, 17 de julio de 2014

Redistribución Clientelar

De: Educando Al Soberano

LA REDISTRIBUCIÓN CLIENTELAR

Todos los Estados, independientemente de la orientación ideológica de sus gobiernos, ejercen algún grado de redistribución de riqueza. Los propósitos perseguidos pueden ser varios y atendibles: brindar igualdad de oportunidades, reducir la estratificación y contraste social, buscar mayor equidad social, obtener mayor paz y seguridad colectiva, cohesión ciudadana, etc.

Muy distinto es que una autoridad política reparta recursos como planes, subsidios o becas, de forma DISCRECIONAL a manera de dádivas y favores, haciendo uso de los recursos del Estado. Aún peor cuando es hecho en su nombre o en el de su partido político privilegiando a sus adeptos. En el marco de una democracia representativa, el populismo demagógico depende mayormente de estos mecanismos clientelares para formar su base electoral y amasar poder.

El objetivo de la redistribución clientelar no es la equidad, como a menudo se declama. Por el contrario, la permanencia en el poder requiere que sus electores no progresen económicamente y en cambio desarrollen una dependencia con el Régimen. Por eso se privilegia que el cliente político perciba una mejora en su calidad de vida no mediante un incremento en su poder adquisitivo sino a través de subsidios o, aún más superficialmente, accediendo a la transmisión gratuita de espectáculos deportivos y eventos de igual tenor: la clásica fórmula "pan y circo", actualizada.

Ante las críticas ciudadanas hacia este tipo de maniobras espurias, es común la trampa dialéctica de llevar la discusión al vano terreno ideológico. Pero esto es tan ocioso como debatir si la Mafia es una organización de izquierdas o derechas. Para el régimen populista el tinte ideológico que se adopte es totalmente secundario pues, en esencia, su estructura de poder busca prioritariamente el lucro y el beneficio propio.
De: Educando Al Soberano 
LA REDISTRIBUCIÓN CLIENTELAR

Todos los Estados, independientemente de la orientación ideológica de sus gobiernos, ejercen algún grado de redistribución de riqueza. Los propósitos perseguidos pueden ser varios y atendibles: brindar igualdad de oportunidades, reducir la estratificación y contraste social, buscar mayor equidad social, obtener mayor paz y seguridad colectiva, cohesión ciudadana, etc.

Muy distinto es que una autoridad política reparta recursos como planes, subsidios o becas, de forma DISCRECIONAL a manera de dádivas y favores, haciendo uso de los recursos del Estado. Aún peor cuando es hecho en su nombre o en el de su partido político privilegiando a sus adeptos. En el marco de una democracia representativa, el populismo demagógico depende mayormente de estos mecanismos clientelares para formar su base electoral y amasar poder.

El objetivo de la redistribución clientelar no es la equidad, como a menudo se declama. Por el contrario, la permanencia en el poder requiere que sus electores no progresen económicamente y en cambio desarrollen una dependencia con el Régimen. Por eso se privilegia que el cliente político perciba una mejora en su calidad de vida no mediante un incremento en su poder adquisitivo sino a través de subsidios o, aún más superficialmente, accediendo a la transmisión gratuita de espectáculos deportivos y eventos de igual tenor: la clásica fórmula "pan y circo", actualizada.

Ante las críticas ciudadanas hacia este tipo de maniobras espurias, es común la trampa dialéctica de llevar la discusión al vano terreno ideológico. Pero esto es tan ocioso como debatir si la Mafia es una organización de izquierdas o derechas. Para el régimen populista el tinte ideológico que se adopte es totalmente secundario pues, en esencia, su estructura de poder busca prioritariamente el lucro y el beneficio propio.

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