lunes, 30 de septiembre de 2013

6º C - Modelo de Acumulación

Economía - Pablo Maas - José E. Castillo Editorial Aique
Los Modelos de Acumulación

Para analizar la historia económica de la Argentina, necesitamos dividirla en períodos.  Estos períodos se denominan modelo de acumulación.  Se trata de espacios de tiempo relativamente largos (suman varias décadas) durante los cuales la política económica, los actores sociales y, en general, las formas de producción, de acumulación y de consumo, encuentran un patrón similar.

Si bien vamos a realizar un breve paneo por la economía argentina durante la época colonial (1500 al 1810) y los años de la independencia y las guerras civiles (1810 - 1860), se puede efectivamente hablar de modelos de acumulación desde la organización nacional, alrededor de 1860.  A partir de entonces podemos dividir la historia económica argentina en los siguientes períodos:
  • El modelo agroexportador (1860 - 1930)
  • El modelo sustitutivo de importaciones (1930 - 1975), dividido a la vez en dos períodos, el de la primera etapa (1930 - 1952) y el de la segunda (1952 - 1975).
  • El modelo apertuista con hegemonía financiera (desde 1975 hasta la actualidad).
La economía argentina anterior a 1860

Lo que hoy es la Argentina constituía la zona más periférica del imperio colonial español.  Las áreas más dinámicas eran las ligadas al comercio con la metrópolis y la extracción de recursos minerales:  la cuenca del Caribe y, en América del Sur, la zona del Virreinato del Perú y las minas de plata de Potosí.

Dentro de lo que hoy es Argentina, la zona más rica, coincidente con la más poblada, era la del noroeste, vinculada al centro dinámico de las minas del Potosí.  El resto del territorio se repartía entre algunas pocas industrias regionales en Cuyo, las artesanías de las misiones jesuíticas en el noreste y una economía de subsistencia en el área del ío de la Plata, alrededor de Buenos Aires.

La creación del Virreinato del Río de la Plata más la autorización del comercio por el Puerto de Buenos Aires, si bien solo con España y por medio de buques de la metrópolis, comenzaron a dar una cierta dinámica a la zona pampeana.  En la práctica, el área del litoral se hallaba restringida a unos pocos kilómetros por fuera de las ciudades, con un amplio territorio en manos de los aborígenes.  El único "uso" que se le daba a las zonas rurales de la región eran las "vaquerías", literalmente el otorgamiento de autorizaciones para la "caza" del ganado cimarrón que vagaba libremente por las pampas.

Después de la independencia, comienza lentamente a decaer la preponderancia del noroeste, a consecuencia de la mayor importancia política de Buenos Aires y del crecimiento de la hegemonía económica de su puerto, a partir de que se autoriza el libre comercio con todos los países del mundo.  En la práctica, esto habilita el intercambio con la Inglaterra de la Revolución Industrial.

Sin embargo, la economía argentina del período continúa siendo desintegrada, con sus centros regionales poco vinculados con Buenos Aires.  En el litoral empiezan a darse sucesivos corrimientos de la frontera indígena.  Crece el comercio, y con él naturalmente la preponderancia de una clase comercial.  Luego de la segunda década del siglo XIX, comienza a producirse el reparto en grandes extensiones de la tierra libre de la pamapa húmeda, lo que da lugar al surgimiento de la clase terrateniente que, junto con los comerciantes de Buenos Aires, aunque en una relación no exenta de contradicciones, comienza a constituir el eje político y económico del poder.

La explotación de la zona pampeana se liga con el comercio exterior del puerto de Buenos Aires, en un cambio de los tipos de explotación:  los cueros y el tasajo (carne secada al sol mantenida con sal, principal alimento de los esclavos de Brasil)  se convierten en los principales productos de exportación.  El "saladero" es la industria más desarrollada de la época.

El modelo agroexportador (1860 - 1930)

El llamado "modelo agroexportador" significó, desde 1860, la primera integración real de la economía argentina al mercado mundial.  Ello implicó, a la vez, la resolución de las guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX a favor del puerto de Buenos Aires y, más en general, a favor de la alianza entre la clase terrateniente pampeana y los comerciantes porteños.

Este modelo fue conocido luego como propio de "la generación del '80" por sus admiradores, o propio de "la oligarquía" por sus detractores.  De lo que no cabe duda es de su fuerte vinculación y admiración por Gran Bretaña, que se transformó de hecho en la nueva metrópolis.

El funcionamiento del modelo agroexportador era relativamente simple.  Tenía dos elementos centrales que hacían a su dinámica:
  • La exportación de productos del campo pampeano.  Basándose en una propiedad de la tierra extensiva, cuyo reparto finalizó tras la Conquista del Desierto, se comenzó a exportar primero ganado ovino (lo que fue conocido como el "ciclo de la lana"), que finalizó en 1875.    Posteriormente comenzó el crecimiento de las exportaciones agrícolas, estabilizadas hacia el 1900 en aproximadamente el 50% del total.  En lo que respecta al ganado posterior al ciclo lanero, observó la mejora de las razas bovinas.  Hacia el fin del siglo se produjo el reemplazo de la exportación del ganado en pie por los cortes de carne congelada primero, y por el chilled beef (carne enfriada) después.  Es la época en que comenzaron a asentarse en la Argentina los grandes frigoríficos, centros de la primer disputa por la hegemonía económica entre Estados Unidos y Gran Bretaña.  Una característica general de la producción agropecuaria fue su carácter extractivo, en el que prevaleció la condición extensiva de la producción.  Ello tuvo que ver, sin duda, con el carácter latifundista de la propiedad de la tierra, pero también con el hecho de que no se avanzó en inversiones a partir de la particular mixtura entre producción gandera y  agrícola.  La frontera agrícola no traspasó la pampa húmeda, ya que hacerlo habría significado producir modificaciones tecnológicas y de organización que la clase dominante de la época no estaba dispuesta a asumir.
  • El ingreso de capitales, vinculados a la expansión internacional del capital británico, para financiar obras de infraestructuras (puertos, servicios públicos, ferrocarriles) o directamente al Estado Nacional por medio de empréstitos.  Este ingreso de capitales también significó el ingreso de empresas británicas en diferentes rubros (frigoríficos, bancos, seguros, algunos establecimientos rurales, las primeras grandes tiendas).  Las divisas que generaban esos dos elementos dinámicos eran utilizadas para la importación de bienes de consumo, así como insumos y bienes de capital.  Particularmente el área cercana a Buenos Aires pudo gozar de un elevado nivel de consumo que se fue sofisticando hasta acercarse a lso estándares qye se conocían en las principalñes capitales de Europa.  El éxito del modelo hizo que la Argentina fuera llamada "el granero del mundo".  Sin embargo, no todos pudieron disfrutar tan claramente de las bondades del modelo.  Los inmigrantes que entraron masivamente al país después de 1880 se encontraron con que tenían cerrado el acceso a la tierra.  Se concentraron entonces en la zona de Buenos Aires, y fueron el origen del movimiento obrero argentino.  La industria local de la época se hallaba vinculada principalmente al ciclo agroexportador, ya que crecía y decrecía con éste.  Estaba compuesta por un conjunto de industrias vinculadas directamente a la expansión y mantenimiento de infraestructura (ferrocarriles, puertoc, etc.)  Sin embargo, también existía una porción importante de industrias vinculadas directamente al mercado interno (en diversos rubros, como metalúrgico, textil, etc.).  Es importante remarcar esto para desmitificar ciertas lecturas que colocan la aparación de la industria argentina durante el desarrollo del modelo posterior.  Existía una industria en los primeros treinta años del siglo XX, aunque evidentemente lo que marcaba la dinámica del sistema era la exportación agropecuaria.
El modelo sustitutivo de importaciones

Primera etapa (1932 - 1952)

La crisis mundial del 1930 impactó fuertemente sobre el funcionamiento
de la economía argentina.  Los precios de las materias primas exportadas por el país (fundamnetalmente los cereales y las carnes) descendieron abruptamente.  Se cerraron los mercados para las exportaciones argentinas.  Al mismo tiempo finalizó el ingreso de capitales desde Inglaterra.

Este hecho tuvo efectos muy importantes sobre la sociedad, ya que por primera vez se produjo un ascenso considerable de la desocupación.  A la vez, el año 1930 asistió a la primera ruptura del orden constitucional, con el golpe de Uriburu contra el gobierno de Irigoyen.  Sin divisas por exportación ni ingreso de capitales, resultaba imposible continuar con la importación de bienes de consumo, insumos y bienes de capital que habían "nutrido" la modernización argentina desde 1880.

Entonces comenzó el período denominado de la sustitución de importaciones.  En concreto se empezaron a producir localmente la mayoría de los bienes de consumo que ya no se podían importar.  Los distintos gobiernos y las clases dominantes tardaron casi quince años en comprender, en general, que se había cerrado la etapa anterior.  Durante la década de 1930 prevalecía la creencia de que "sólo se esta viviendo una coyuntura desfavorable".  Por eso se realizaban desesperados intentos de volver a los supuestos años de oro de "la Argentina granero del mundo".


El pacto Roca  - Runciman


Ante el avance de la crisis mundial, el gobierno británico había decidido, en 1932, priorizar el comercio con sus colonias y con los demás países con los que estaba vinculado por lo que se conocía como Common - wealth (que incluía a ex-colonias como Canadá, Australia y Nueva Zelanda).  El gobierno argentino de la época trató desesperadamente de ser parte de ese grupo para seguir vendiendo a Gran Bretaña.  Así, en 1933 se firmó un convenio ente ambos países, conocido como Pacto Roca - Runciman, por el nombre de los funcionarios firmantes por ambos gobiernos, el vicepresidente Julio Roca (hijo del dos veces presidente Julio Argentino Roca) y Sir Walter Runciman, presidente de la junta de Comercio del Reino Unido.  El pacto comprometió a los ingleses a seguir comprando carne argentina.  Pero a cambio la Argentina debió ceder porciones considerables de su independencia económica:  concedió descongelar las utilidades de las empresas británicas considerables de su independencia económica:  concedió descongelar las utilidades de las empresas británicas en la Argentina; se mantuvo libre de impuestos el carbón ingles (que competía con el petróleo estadounidense) y se otorgó el  monopolio de la carne a los frigoríficos ingleses.  Se impuso, además, la creación de un Banco Central "mixto" - con la participación de banqueros privados, principalmente ingleses - y de una Corporación de transporte dominada por las compañías británicas.

El modelo se consolida

Pero la realidad era más fuerte que las intenciones políticas.  Lentamente se iba contruyendo el perfil del nuevo modelo.  Incluso muchas de las instituciones que se habían fundado a instancias de los acuerdos con Gran Bretaña empezaron a servir para ir "cerrando la economía" y protegiendo de hecho a la naciente industria de bienes de consumo.  El Banco Central por ejemplo, fundado en 1935, hizo que el país estuviera menos sometido a los vaivenes de los capitales internacionales.

La crisis del campo y las oportunidades de la nueva industrialización comenzaron a crear una ola migratoria desde el interior hacia la zona de Buenos Aires.  Así nació una nueva clase obrera, que tuvo un rol central a partir de la decada de 1940, tanto en lo político, con la interrupción en la escena política del peronismo, como en lo económico, ya que se construyó en la principal base de consumo interno.

El peronismo

El final de la Segunda Guerra Mundial planteada para el país un dilema.  Su metrópoli desde el punto de vista económico, Gran Bretaña, salía debilitada.  Los Estados Unidos, la nueva potencia en ascenso, iba lentamente colocando sus intereses geopolíticos y económicos sobre Latinoamérica.

Las corrientes de capital desde Gran Bretaña se habían interrumpido durante la década del treinta.  Más aún, la Segunda Guerra Mundial, generó el hecho de que la Argentina vendiera cereales a crédito a los aliados.  Al final de la Guerra nuestro país era acreedor de Gran Bretaña, pero con escasas posibilidades de cobrar esa deuda en efectivo.  Ese es uno de los motivos que provocaron la nacionalización de los servicios públicos al comienzo del gobierno peronista (el caso de los ferrocarriles es el emblemático).

En un país sin deudas, más aún con saldo acreedor, el peronismo produjo un conjunto de cambios en lo político y en lo social que sin duda repercutieron fuertemente sobre la estructura económica.  Se puede decir con certeza que fue la primera señal clara de un gobierno que apostaba al crecimiento industrial.  Se basaba para ello en incrementar considerablemente la capacidad de consumo, fundamentalmente de las clases populares.

La industria de bienes de consumo crecía y se consolidaba.  Sin embargo, y a pesar del algunos intentos desde el propio Estado, no se llegaría a desarrollar a fondo una industria de bienes de capital ni de extracción de insumos.  El problema que ello generaba consistía que esa pujante industria de bienes de consumo requería máquinas, petróleo y otros recursos que el país no producía.  Había por lo tanto que adquirirlos en el extranjero.  Pero la industria de bienes de consumo no estaba en condiciones, ni por calidad ni por precio, de exportar sus productos: era una industria para el consumo interno.  Entonces resultaba que las divisas para comprar esos bienes de capital debían provenir del único sector con capacidad exportadora:  el viejo sector agroexportador.  Pero éste nunca recuperó su pujanza anterior a 1930.  Y rápidamente iba a mostrarle sus límites al modelo.

Segunda etapa (1952 - 1975)

El estrangulamiento de la balanza de pagos

A partir de 1952, la recuperación europea tras la guerra condujo a una baja en el precio de los productos de agroexportación.  De tal manera que, por primera vez desde 1930, no alcanzaron las divisas para comprar los equipos e insumos necesarios para sostener el crecimiento de la industria de bienes de consumo.  El modelo mostraba toda su fragilidad.  No existía una industria de bienes de capital ("industria pesada", como se la denominaba en la época).  Se dependía entonces del campo y de sus divisas, que ya no alcanzaban para seguir el sendero de industrialización y consumo masivo.

Todavía durante el gobierno peronista, se hicieron los primeros experimentos para resolver esto que se conoció como "estrangulamiento de la balanza de pagos".  Perón  intentó un acercamiento con los EstadosUnidos, aprobando una ley de garantías a las inversiones extranjeras y se firmó un acuerdo de explotación petrolera con la Compañía California.  Estos intentos (fracasados) abrieron el camino de lo que se conoció como la propuesta desarrollista.

El desarrollismo

Tras la caída de Perón en 1955, algunos sectores intentaron reconstruir el modelo agroexportador.  Al igual que en 1930, ello era imposible, ya no solo por la realidad mundial, sino por la propia existencia de una clase obrera urbana y de un conjunto de empresarios ligados al mercado interno que van a ejercer una fuerte oposición a cualquier propuesta en ese sentido.

El modelo "desarrollista"  fue un intento de resolver la crónica falta de divisas como producto de la ausencia de industria pesada.  En 1958, el presidente Arturo Frondizi se lanzó a alcanzar el autoabastecimiento petrolero, abriendo a las multinacionales del sector, con las que se firmaron importantes contratos, un negocia que hasta entonces era monopolizado por YPF.  Éste fue el primer paso de una política que apuntaba a la industrialización en base a la industria pesada, a partir del aporte de empresas de carácter multinacional.  En aquel momento ingresaron en cantidad las más importantes firmas estadounidenses, dando un nuevo perfil a la estructura económica argentina.  Sin embargo, no se logró el efecto buscado, ya que estas empresas no aportaron "industria pesada" sino que se asentaron en lo que se denominan industrias de bienes de consumo durables (automotrices, electrodomésticos).  Si bien estos sectores modernizaron en general el parque industrial, no resolvieron el problema.  Por el contrario, lo profundizaron, ya que a su vez requirieron más importaciones, que se sumaron a las anteriormente requeridas por las empresas argentinas de consumo masivo.  En general no proveyeron divisas, sino que se las llevaron por medio de la repatriación de utilidades a sus países de origen, con los que se firmaron importantes contratos pagos de patentes y marcas.

Con las contradicciones propias de un período de aguda inestabilidad política (proscripción del peronismo, golpes de Estado de 1963 y 1966) el diagnóstico desarrollista siguió vigente casi hasta el fin del período.  En algunos momentos se volvía a la idea de que el Estado podía asumir la generación de la inexistente industria pesada y extraer los insumos claves (particularmente petróleo).  Ello sucedió fundamentalmente durante los gobiernos de Illia (1963), Cámpora (1973) y J. D. Perón  (1973 - 1974).  Otras veces, particularmente durante la dictadura de 1966 y sobre todo en el período de Adalberto Krieger Vasena como ministro de Economía, se volvió a poner énfasis en resolver el problema a través de la entrada de capitales multinacionales, especialmente norteamericanos.

El Modelo Aperturista con Hegemonía Financiera

Del "Rodrigazo" a la dictadura militar (1975 - 1983)

Durante el último año del gobierno de María Estela Martínez de Perón, en 1975, asumió el Ministerio de Economía Celestino Rodrigo.  Si bien su propuesta no pudo consolidarse por la feroz oposición que generó, es importante destacarla porque fue el primer intento de plantear un modelo, favorable a la acumulación financiera, que generó oposición en los sectores industriales, de las mismas características de la que al año siguiente se impondría en la Argentina.  Por primera vez en décadas se ponía en cuestionamiento la propia existencia de la industria argentina, fijándose como objetivo explícito dejar de protegerla.

La dictadura militar que asaltó el poder en 1976 tuvo desde el comienzo el apoyo de la comunidad financiera internacional que le facilitó los fondos para resolver los desequilibrios fiscales y de balanza de pagos que se arrastraban desde el fracaso del "Rodrigazo".  Para ello resultó estratégico que fuera designado como ministro de Economía una figura del "establisnment" de la vieja oligarquía:  José Alfredo Martínez de Hoz.

Una vez resueltas las urgencias financieras y restaurada la "credibilidad internacional" de la economía argentina, Martínez de Hoz se centró en dos temas:  modificar radicalmente el funcionamiento del sistema financiero y producir la apretura acelerada de la economía.  La modificación del sistema financiero se realizó a partir de una reforma instaurada en junio de 1977, con el permiso para la apertura de centenares de bancos y financieras.  Antes de esa reforma, las tasas de interés que se obtenían colocando plata en los bancos eran negativas (su rédito era menor que la inflación).  A partir de ese momento pasó a ser más negocio especular colocando el dinero en un banco o financiera que desarrollar cualquier actividad industrial o comercial.


 Un poco de historia

El sistema financiero argentino está regulado por la Ley de Entidades Financieras (Ley 21.526), sancionada el 14 de febrero de 1977 por José A. Martínez de Hoz, durante la dictadura de Rafael Videla. Con esta Ley, que liberalizó completamente el mercado financiero, la actividad financiera dejó de estar al servicio de la inversión productiva y el consumo sostenible, y se consolidó como un negocio meramente privado.
Si bien a lo largo de tres décadas se han realizado 16 modificaciones a la Ley, ninguna de ellas cambió el espíritu de esa banca descomprometida del desarrollo argentino gestada en la década del ’70.


El otro gran tema, la apertura económica, permitió el ingreso en gran escala de bienes importados de consumo masivo, lo que en muy pocos años destruyó gran parte de la industria nacional.  A partir de 1979, un sinnúmero de artículos de consumo importados invadió el mercado local.  Estos productos, muchos de ellos de inferior calidad que los productos de la industria nacional, terminaron provocando la quiebra de muchas empresas.

Al mismo tiempo, se mantuvo una política de "dolar barato", que hacía que esos productos entraran más fácilmente aun en la Argentina.  Se hizo popular que sectores de clase media viajaran a países limítrofes, o incluso a Miami, para comprarlos en el país.  Una frase se hizo famosa:  "¿Cuánto sale? ¡Qué barato! ¡Deme dos!.  Fue la famosa Argentina de la "plata dulce" que no se daba cuenta de que se fundía la industria nacional.

Mientras tanto, crecía y se desarrollaba un inmenso sistema financiero que se endeudaba a costa de la garantía del Estado.  El final de la dictadura militar mostraba un país endeudado, con alta inflación y donde aparecía un fenómeno que no se veía desde 1930:  el desempleo.

Los Planes de Estabilización

La restauración democrática, en 1983, que llevo al poder al presidente Raúl Alfonsín, dela Unión Cívica Radical (UCR), se realizó en un contexto en el que el modelo de acumulación sustitutivo de importaciones ya había prácticamente desaparecido.  La industria nacional se hallaba herida de muerte, con sectores enteros quebrados y prácticamente desaparecidos, producto de la doble acción de la especulación financiera y de la competencia de productos importados.

A las empresas multinacionales presentes en el país desde comienzos de la década de 1960, ala presencia tradicional de los sectores agroexportadores pampeanos y al creciente poder del sector financiero se les sumó la aparición de grupos económicos locales que crecieron al calor de su condición de proveedores del Estado y rápidamente se diversificaron hacía numerosas actividades.  estos sectores van a parecer como preponderantes para la toma de decisiones en la política económica de la década de 1980.  A partir de 1982, el problema de la deuda externa se transformó en uno de los ejes centrales para entender los límites de acción de los gobiernos.  Un término , el "ajuste", se convirtió en el eje para definir los distintos programas económicos que se presentaron.

A partir de mediados de 1984 sen entendió que no era posible retomar el sendero del crecimiento basado en la industria y el mercado interno que había dominado los cincuenta años anteriores.  Desde ese momento, y ante lo indomable de la inflación, por un lado, y, por otro, la imposibilidad del Estado de hacer frente tanto el pago de los vencimientos de la deuda externa como a los contratos leoninos de sus proveedores, se impusieron las políticas de ajuste, también conocida como "planes de estabilización".

El mecanismo del lanzamiento de un plan de estabilización funcionaba de la siguiente forma:

  • El gobierno elabora un "programa" que buscaba frenar la inflación, aumentar las exportaciones, reducir el déficit fiscal y asegurar el cumplimiento de los compromisos externos.
  • El programa era aprobado por el Fondo Monetario Internacional, tras lo cual este prestaba una cantidad de dinero (conocido como "préstamos stand-by"), pero ello era, a su vez, una señal para que el conjunto de los bancos refinanciaran la deuda externa argentina.
Normalmente estos programas, de los cuales los dos más importantes en la década de 1980 fueron los denominados Plan Austral (1985) y Plan Primavera (1987), funcionaban durante un breve período de tiempo, mientras tanto se reducía la inflación y se obtenía, durante ese corto período , la "confianza" de organismos y bancos internacionales.

En 1989, la serie de planes fracasados, la deuda externa en ascenso y la presión de los contratos con proveedores a los que tenía que hacer frente el Estado llevaron la situación a un quiebre.  Esto se tradujo en el aumento del nivel de preciosa valores siderales, fenómeno que es conocido como "hiperinflación".  La Argentina vivió un fenómeno que se dio en pocas ocasiones en el mundo:  que los precios aumenten por hora y el dinero deje de ser aceptado como medio normal de pago.

La convertibilidad y las privatizaciones

A partir de 1989 se desarrolló un audaz programa tendiente a estabilizar la economía tras el proceso hiperinflacionario.  El eje fue reducido drásticamente las erogaciones del Estado mediante la venta de empresas públicas que aparecían como fuertemente deficitarias y, al mismo tiempo, lograr el ingreso de capitales externos que "aliviaran" un poco los vencimientos inmediatos de la deuda externa.

Así se vendió, en un plazo récord, casi la totalidad de las empresas públicas argentinas:  Aerolíneas Argentinas, ENTEL, ENCOTEL, Obras Sanitarias de la Nación, Gas del Estado, Ferrocarriles argentinos, los puertos, los aeropuertos, los caminos, etc.

El otro eje de salida de la crisis hiperinflacionaria fue la "convertibilidad".  Consistió básicamente en permitir que la moneda argentina, rebautizada como "peso" después de la hiperinflación hiciera prácticamente desaparecer el austral, fuera colocada a un cambio de uno a uno con el dólar e inmediatamente intercambiable por él.  El gobierno garantiza que cualquier peso pueda ser cambiado inmediatamente por un dólar.

El plan de Convertibilidad, creado por el ministro Domingo Cavallo, logró un triunfo aplastante contra la inflación, reduciéndola a prácticamente cero a partir de 1993.  Pero la fuerte apertura económica que lo acompañó (con nuevas bajas de aranceles a las importaciones) y la sobrevalorización del peso con respecto al dólar, provocaron nuevamente el cierre de muchas empresas, elevando la desocupación hasta un nivel récord de más del 18%.  Las privatizaciones de la seguridad social en junio de 1994, que derivó los aportes jubilatorios de los trabajadores a las nuevas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) redujo los ingresos del Estado, ayudando a provocar un creciente déficit fiscal que fue financiado con la emisión de bonos de la deuda pública.

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